[dropcap size=big]D[/dropcap]urante esta nueva ola de casos, sepa que no es el único que, después de haber frenado a comprar los auténticos tacos en el barrio, se ha sentido un poco incómodo en agarrar la cuchara de metal que sobresale de la picante salsa.
Tampoco ayuda cuando su buen amigo, el taquero, tiene la mitad de la cara cubierta o directamente no tiene una mascarilla. ¿Qué es lo más triste de todo esto? Este tema inquietante es más común de lo que todos pensamos. Los tacos y las mascarillas no se tratan de política. No se tratan sobre las teorías conspirativas ni sobre echarle la culpa a los políticos. Todos necesitamos pensar un poco más sobre las actividades que hacemos.
Sin embargo, mientras los clientes están tocando todas las cucharas y pinzas que otros han tocado con las manos sin limpiar; hay filas en aumento de personas y ambulancias fuera de los hospitales. Estos hospitales están colmados de pacientes que padecen el COVID-19 y que tienen problemas para recibir atención médica. Hemos llegado a un punto crítico en la pandemia que está matando latinos a un nivel más alto. Usted debe comprender que nuestros taqueros y taqueras no son inmunes al COVID-19. Y, por lo tanto, usted, quien consume tacos, tampoco lo es.
El miércoles, 30 de diciembre, Gustavo Chávez, conocido como “Tavo” de Carnitas El Artista, esperó por ocho horas para que lo atendieran en el patio colmado de personas en Olive View de UCLA Medical Center en Sylmar. Simplemente para después tener que darse por vencido e irse a su casa para tratar él solo los síntomas del COVID-19. «¡Era de no creer!», me dijo. «Esta es una realidad que todas las personas tienen que entender».
Al manejar en Los Ángeles y buscar el próximo buen taco, se ha vuelto tan claro que muchos taqueros, tanto en puestos de taco como en taquerías de restaurante, aún no entienden la gravedad de la crisis actual. Tampoco entienden cómo está afectando a nuestras comunidades; especialmente a la raza. Voy a ser honesto. Hasta la semana pasada, yo tampoco lo entendía completamente. Hasta que mi cuñado, Francisco “Pancho” Laureano, a quien adoro tanto como a mi hermana, con quien se casó, se encontró batallando por su vida en contra del COVID-19 en UCLA Ronald Reagan Hospital durante las celebraciones del Año Nuevo.
Después de estar en el hospital, Pancho básicamente me dijo lo mismo que Tavo, «Ir al hospital me hizo realmente entender lo que es la pandemia».
Es hora de que sirvamos más que carne asada a las comunidades. Lo que se necesita son simplemente salsa en pequeñas tazas de plástico con tapa, mascarillas y distanciamiento social.
Probablemente, usted haya visto que los números muestran que los Latinos tienen una doble posibilidad de enfermarse del nuevo coronavirus y un triple de posibilidad de morir a causa del virus. Esto se debe porque hay una mayor tendencia a ser trabajadores esenciales. Tal vez, ya se haya vuelto insensible ante las noticias. Independientemente del motivo o la lógica de su interés, es hora de que hablemos como corresponde sobre la gravedad de la situación actual de nuestra raza y el impacto que puede tener la falta de medidas preventivas. Es hora de que sirvamos más que carne asada a las comunidades. Lo que se necesita son simplemente salsa en pequeñas tazas de plástico con tapa, mascarillas y distanciamiento social.
Como mencionó Tavo, necesitamos comprender la realidad actual para ayudarnos mutuamente a sobrepasar este desorden porque todos necesitamos poner de nuestra parte para superar esta pandemia.
Tavo nunca vio el hospital por dentro, pero lo que vio afuera fue suficiente para conmocionarlo. «Los enfermeros salían y tomaban los signos vitales de todos. Había personas más grandes llevadas por sus familias o en ambulancia y que estaban en silla de ruedas y, por supuesto, en camas. Esperé aproximadamente ocho horas y me fui después de escuchar a las personas que estaban esperando desde las 10 a. m. (eran las 2:30 a. m.). Decidí irme a mi casa y tratar mis propios síntomas».
Los síntomas que tiene son fiebre, tos, mareos y dolor en el pecho, y le cuesta poder tratarlos. Estos son motivos preocupantes y por eso buscó atención en un hospital.
Pancho también esperó ocho horas el domingo, 27 de diciembre, pero a diferencia de Tavo, tuvo la suerte de que había una cama disponible. De lo contrario, es posible que no hubiera llegado a su casa con vida esa noche. Con 39 años, perfecta salud y un régimen estricto de ejercicios, empezó a tener niveles bajos de oxígeno y le faltaba el aire para ir simplemente hasta el baño.
Una vez ingresado, Pancho dice, «Una de las cosas más difíciles para lidiar es el trauma psicológico después de haber estado hospitalizado. Lo que realmente pasa ahí adentro es horroroso. Las personas están muriendo o a punto de morir. Uno no sabe si va a estar bien o si verá nuevamente a su esposa e hijos. Uno está totalmente solo, débil y con miedo. En un momento, una enfermera se tuvo que quedar con un paciente por más de 30 minutos; el hombre no le soltaba la mano. Tenía miedo de morir solo».
A la fecha del 3 de diciembre, únicamente el 61 % de los restaurantes que visitó el Departamento de Salud cumplía con las medidas preventivas del COVID-19. No hay un número oficial de los vendedores de comida en la calle. De cualquier modo, estoy seguro de que el número es mucho menor según lo que yo he visto.
No solamente a posibles pacientes del COVID-19 les cuesta que los atiendan. Según Andreina Kniss Tafoya, una voluntaria en Ktown For All, ha llevado a personas sin hogar al departamento de emergencias con heridas horribles y no las atienden. «Hoy vimos a un hombre, un reciente inmigrante monolingüe que tenía heridas gigantes y la ambulancia no lo quería llevar. Dijeron que tenían órdenes estrictas de llevar únicamente a personas que estaban muriendo activamente o ya estaban muertas».
Necesitamos cuidarnos entre nosotros; de la misma manera en que nos preocupamos por nuestros tacos.
Estos tampoco son eventos aislados. Recientemente, escuché historias como esta con frecuencia, y LA Times hizo una increíble cobertura en detalle sobre la crisis en los hospitales. Estas historias no son únicas. En este momento, no hay camas disponibles. Todos los hospitales están desbordados y atienden en los estacionamientos. Inclusive las ambulancias con pacientes están estacionadas por cuatro horas o más.
Literalmente, no hay donde ir si uno se enferma.
El fin de semana pasado, sentí que necesitaba hablar y publiqué lo siguiente en Instagram: «No saben la cantidad de tiendas de tacos a las que he frenado y no he realizado una compra porque no estaban tomando las medidas de seguridad. Nadie tenía mascarillas puestas; las salsas y las guarniciones al alcance de todos para que la gente se sirva; personas paradas muy cerca de las carnes que se estaban cocinando. Es frustrante».
Además, supliqué a taqueros y les dije, «Por favor, cuídense, muestren algo de preocupación por sus clientes y simplemente tomen medidas para minimizar la cantidad de personas que se están enfermando. No es difícil. Es necesario, especialmente ahora. Colóquense bien las mascarillas, tengan las salsas ya envasadas, mantengan a los clientes alejados de la comida. Asignen a una persona para que se encargue únicamente del dinero. Asignen a otra persona para que entregue la comida a los clientes».
Como respuesta casi unánime, incluidos los varios mensajes privados que recibí, los taqueros, los amantes de comida y la gente estaban de acuerdo y expresaron aprecio por haber mencionado este asunto. Parecía que era el tema en las calles que nadie quería mencionar, pero que todos sabían. Entonces, cuando pido a los taqueros que tomen esas pequeñas medidas, sepan que quien lo pide no es simplemente una persona que come tacos y está detrás de una pantalla escribiendo. Sus clientes quieren que esto también se aborde, por la salud de ustedes, de sus empleados y la nuestra. Necesitamos cuidarnos entre nosotros; de la misma manera en que nos preocupamos por nuestros tacos.
Podemos comer nuestros tacos y también ayudarnos.
Piense en los taqueros y sus familias que están en la casa. Póngase la mascarilla como corresponde, deje a la familia y los amigos en el carro o en la casa. Únicamente se necesita una persona para hacer el pedido. Y recuerde mantener su distancia. Si tiene síntomas, quédese en su casa.
Durante la batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862, los campesinos y las campesinas se enfrentaron a la fuerza militar más potente del mundo, el ejército francés de Napoleón III. Armados con rifles viejos, machetes y, a veces, tirando balas de cañón con la mano, derrotaron al Gran Ejército. Fue la unión y la determinación que ganaron ese día. Hoy, necesitamos esa unión nuevamente; nuestra gente está siendo atacada, pero esta vez por un virus que no podemos ver.
Podemos comer nuestros tacos y también ayudarnos.
A continuación, menciono algunas maneras básicas para disminuir el riesgo de transmisión del COVID-19.
- Coloque una barrera entre las parrillas, las carnes, los taqueros y la gente. No hay motivo ni necesidad para que los clientes estén por encima o cerca de la carne y las tortillas.
- Tenga todas las salsas ya envasadas. Asigne a una persona para que se encargue de la comida.
- Asigne a una persona para que únicamente se encargue del dinero y entregue la comida.
- Los taqueros no deberían tener contacto directo con los clientes. Sí, esto incluye saludarse con el puño, darse la mano, chocar los cinco y abrazarse; sin importar qué tan bien se llevan con sus taqueros o taqueras.
- Como máximo, una persona a la vez debe hacer el pedido; el resto de las personas debe esperar en fila a una distancia de seis pies.
- La dirección de la fila debe estar claramente marcada para que las personas se paren ahí y esperen.
- Tenga un alcohol antiséptico para las manos para que el cajero use con frecuencia y para que los clientes lo usen después de agarrar el dinero.
- Colóquese la mascarilla adecuadamente encima de la nariz.
- No tenga las aguas frescas abiertas cerca de los clientes. Manténgalas alejadas.
- Coloque carteles en inglés y español donde se pida a los clientes que coman los tacos en el carro o en la casa.
This article is a translation of an Op-Ed written by Memo Torres earlier this week. His original story is available here. Translation services provided by Daniela E Obregón of Comunidades Indígenas en Liderazgo (CIELO), an Indigenous-women-led nonprofit organization dedicated to Indigenous communities residing in Los Angeles.